LA BATALLA SECRETA: CÓMO EL AZÚCAR TRAICIONA A NUESTROS ALIADOS INTESTINALES

El azúcar añadido, ese dulce consuelo de la dieta moderna, no es solo un enemigo de nuestro corazón y nuestra cintura; es un agente subversivo que ataca a nuestros aliados más leales: los billones de microbios que habitan en nuestro intestino, conocido como microbiota intestinal.

En este artículo se analiza la historia de una invasión silenciosa. Cuando consumimos cantidades excesivas de glucosa, fructosa y sacarosa, estamos, sin saberlo, cambiando las reglas de la ecología intestinal. Imaginemos el intestino como un jardín delicado. Los azúcares añadidos pueden alterar la diversidad microbiana intestinal, enriquecer los taxones que utilizan azúcares y reducir las bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta. Estos cambios microbianos pueden deteriorar la integridad de la barrera intestinal, aumentar el oxígeno luminal y los aceptores alternativos de electrones en condiciones inflamatorias, reducir la producción de ácidos grasos de cadena corta, alterar el metabolismo de los ácidos biliares y los aminoácidos, y promover la translocación de endotoxinas a través de la barrera intestinal hacia el torrente sanguíneo Así, el azúcar actuaría como un fertilizante selectivo que favorece el desarrollo de bacterias dañinas y mata de hambre a las especies beneficiosas. El resultado: la rica biodiversidad intestinal que nos mantiene sanos se empobrece exponiéndonos a enfermarnos.

El muro que cae: de amigo a enemigo

La caída de la microbiota aliada tiene consecuencias dramáticas. Las bacterias buenas son las arquitectas de nuestra defensa; producen los valiosos ácidos grasos de cadena corta (AGCC), que no solo nutren las células del colon, sino que también actúan como el cemento de la barrera intestinal. Al desaparecer estos arquitectos, el muro protector comienza a desmoronarse. Las «uniones estrechas» que mantienen unidas las células se aflojan. Es como si abriéramos la puerta de la ciudad a las toxinas y a fragmentos bacterianos (endotoxinas), que se escapan al torrente sanguíneo. Esta fuga provoca una «alarma» en el cuerpo: la inflamación crónica sistémica de bajo grado, la raíz de casi todas las enfermedades crónicas.

El legado amargo

El azúcar, al desatar esta cascada de eventos, se convierte en cómplice de un repertorio de dolencias: desde la hinchazón y la incomodidad del intestino irritable, hasta males mayores como obesidad,  acumulación de grasa en el hígado, ineficacia de la insulina (diabetes) y deterioro cardiovascular. El mensaje es claro: cada cucharada de azúcar tiene un costo que va más allá de las calorías. Es una negociación con nuestra paz interior. Aunque la ciencia aún debate las dosis exactas y las respuestas individuales, la narrativa general es innegable: proteger nuestra microbiota es la primera línea de defensa contra el azúcar añadido.

Referencia: Zhang Y, Walker RW, Kaplan RC, et al. Added sugars, gut microbiota, and host health. Gut Microbes. 2025 Dec 31;17(1):2592431.