EL AROMA DEL DESTINO: ¿PUEDE EL OLOR DE LA GRASA PROGRAMAR LA OBESIDAD ANTES DE NACER?

Durante décadas, la medicina prenatal ha mantenido un mantra inamovible: «Eres lo que tu madre come». Se sabía que una dieta materna hipercalórica aumentaba la susceptibilidad de los hijos a padecer obesidad. Sin embargo, una frontera permanecía inexplorada: ¿es el exceso de nutrientes en la sangre materna lo que altera el desarrollo, o podría el simple estímulo sensorial del entorno activar una respuesta metabólica irreversible?

Un estudio revolucionario publicado en Nature Metabolism ha arrojado una luz inquietante sobre este enigma. La respuesta no está solo en el estómago, sino en la nariz y el cerebro.

El experimento: El aroma como arquitecto biológico

El equipo liderado por la doctora Sophie Steculorum diseñó un modelo experimental ingenioso para aislar el sentido del olfato del consumo calórico. Utilizaron dos grupos de ratones gestantes:

  • El grupo de control recibió una dieta estándar (NCD)
  • El grupo de estudio recibió una dieta con las mismas calorías y nutrientes, pero enriquecida con aromas volátiles de tocino (BFD) para imitar la firma sensorial de la manteca de cerdo. El resultado inicial fue engañoso: al nacer, todas las crías eran físicamente idénticas. No había diferencias en el peso, la grasa corporal ni los niveles de insulina. Sin embargo, en el interior de sus cerebros, el mapa del hambre ya había sido redibujado.

Circuitos «secuestrados» antes del primer bocado

La verdadera naturaleza del hallazgo surgió cuando las crías llegaron a la edad adulta (8 semanas) y fueron expuestas a una dieta alta en grasas (HFD). Las crías que habían estado expuestas al olor del tocino en el útero experimentaron un aumento de peso exacerbado y una resistencia a la insulina significativamente mayor que las del grupo de control. ¿Por qué? La clave reside en los circuitos homeostáticos y mesolímbicos:

El sistema de recompensa: La exposición prenatal a los olores lipídicos activó de forma desproporcionada las vías dopaminérgicas. Para estos individuos, la comida grasa no es solo alimento; es un estímulo de placer hiperactivado.

Neuronas AgRP: Estas células del hipotálamo, encargadas de decirnos cuándo comer, se reprogramaron de una manera que se asemeja a la de los animales que ya son obesos, incluso antes de haber probado la grasa por primera vez.

En esencia, el cerebro de estas crías nació «preparado» para un mundo de excesos, mostrando una preferencia conductual inmediata por los alimentos más calóricos.

Un cambio de paradigma en la salud pública

Este estudio trasciende el laboratorio y llega a las góndolas de los supermercados. Como señala Laura Casanueva Reimon, primera autora del estudio, hasta ahora los aditivos y saborizantes se han considerado «sustancias seguras» (GRAS) porque no aportan calorías. No obstante, si el simple aroma puede alterar la programación metabólica de un feto, la regulación de estos componentes debe ser revisada. Si este fenómeno se confirma en humanos —investigación que ya está en marcha—, las implicaciones para las políticas alimentarias serían masivas. Ya no se trataría solo de contar calorías durante el embarazo, sino de cuidar la «higiene sensorial» del entorno.

El estudio de Steculorum nos obliga a ver el embarazo bajo una nueva lente. El entorno sensorial de la madre es, en realidad, un mensaje enviado al futuro. Cuando el aire está saturado de señales de grasa, el feto interpreta que nacerá en un entorno donde la energía abunda, ajustando su metabolismo para una supervivencia que, en el mundo moderno, se traduce en enfermedad.

Referencia: Casanueva Reimon L, Gouveia A, Carvalho A, et al. Fat sensory cues in early life program central response to food and obesity. Nat Metab. 2025 Dec 1.