LA OBESIDAD ES UNA ENFERMEDAD

En la últimas dos décadas la obesidad se ha triplicado en el mundo y se estima que 39% a 49% de la población mundial (2,8 a 3,5 billones de personas) presentan sobrepeso u obesidad. Distintos factores han contribuido a este incremento. La industria alimentaria generó avances tecnológicos que favorecen el desarrollo de nuevos alimentos procesados con una mayor accesibilidad y distribución; a su vez, la población ha adoptado conductas sedentarias con menor tiempo dedicado a la actividad física.

Ambos factores favorecen el aumento de peso especialmente desde edades tempranas. La obesidad es la puerta de entrada a distintas enfermedades y se asocia a una menor expectativa de vida. Por ende, es necesario comprender el impacto de la obesidad en la población y para ello el primer paso es comprender su fisiopatología. Se considera al tejido adiposo como un órgano endocrino-metabólico; su funcionalidad se relaciona con sus propiedades mecánicas y secretoras. El tejido adiposo constituye el principal depósito de lípidos con capacidad para adaptarse a cambios en la dieta. Por su parte, el tejido adiposo subcutáneo es el primer escalón para almacenar la energía en forma de triglicéridos; al excederse su capacidad de expansión se produce un depósito ectópico de grasa a nivel visceral, músculo esquelético, riñón, páncreas, corazón e hígado, que se encuentran involucrados en la homeostasis metabólica y generan insulinorresistencia.

Estas afecciones determinan efectos locales y sistémicos, con impacto metabólico y cardiovascular. La secreción de adipoquinas por parte del tejido adiposo y la insulinorresistencia periférica favorecen el desarrollo de enfermedades que incrementan el riesgo cardiovascular. Durante muchos años se ha tomado el criterio de índice de masa corporal utilizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para definir sobrepeso cuando se encuentra entre 25 y 29,9 kg/m2 y obesidad cuando es ≥ 30 kg/m2. La obesidad se define por una acumulación anormal o excesiva de grasa corporal que puede ser perjudicial para la salud y el índice de masa corporal presenta limitaciones en su capacidad predictiva para estimar la presencia de la misma, con una variación considerable por sexo, edad y raza/etnia.

La disfunción del tejido adiposo ocurre por expansión de la masa grasa con diferente distribución y localización y se describe un fuerte vínculo entre la grasa visceral y el desarrollo de insulinorresistencia, dislipidemia, hipertensión arterial, aterosclerosis y remodelado cardiaco adverso, entre otras. Un marcador indirecto de la grasa visceral de fácil implementación en el consultorio es la medición del perímetro de cintura, el índice cintura-talla y/o el índice cintura-cadera. Es necesario promover el abordaje multidisciplinario de la obesidad para realizar un diagnóstico acertado, intervenir con cambios en el estilo de vida desde edades tempranas, promover la actividad física e indicar un tratamiento farmacológico o quirúrgico cuando sea oportuno, con el objetivo de torcer esta tendencia ascendente de ganancia de peso. Por este motivo nueve sociedades científicas (Sociedad Argentina de Cardiología, Sociedad Argentina de Diabetes, Sociedad Argentina de Nutrición, Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad, Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios, Sociedad Argentina de Endocrinología y Metabolismo, Sociedad Argentina de Medicina, Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial y Federación Argentina de Cardiología) se unieron para escribir un documento afirmando que la obesidad es una enfermedad y a continuación compartimos su desarrollo.

La obesidad es una enfermedad crónica, pandémica y multifactorial que se caracteriza por procesos fisiopatológicos que resultan en aumento de tejido adiposo disfuncional, lo que la asocia con múltiples comorbilidades y con aumento de la mortalidad. Además tiene la característica fundamental de ser socialmente estigmatizante. En su clasificación internacional de enfermedades, la OMS la define como el anormal o excesivo almacenamiento de grasa que se desarrolla a partir de una interacción del genotipo y el medio ambiente, generando un disbalance energético e implica la interacción de factores sociales, conductuales, culturales, fisiológicos, metabólicos y genéticos. La World Obesity Federation (WOF) define a la obesidad como una enfermedad crónica, recurrente y progresiva, enfatizando en la necesidad de acción inmediata para su prevención y control. En el año 2008 The Obesity Society (TOS) publicó un documento de posición que define la obesidad como una enfermedad. En 2013 la American Medical Association (AMA) reconoció la obesidad como una enfermedad, seguida por otras organizaciones y sociedades, como la OMS, la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos y National Institutes of Health (NIH).

En el año 2012 la American Association of Clinical Endocrinology y el American College of Endocrinology (AACE/ACE) reconocen a la obesidad como enfermedad crónica, dado que cumple con los tres criterios planteados por la American Medical Association (AMA) para definir una afección como tal. El primero, presentar alteración de la fisiología, con determinantes genéticos y ambientales y mecanismos fisiopatológicos conocidos. El segundo, poseer una clara signo-sintomatología. El tercer criterio, presentar aumento de la morbimortalidad. En 2014 la American Association of Clinical Endocrinology American College of Endocrinology avanzan en considerar la obesidad una enfermedad, ya planteando para su algoritmo diagnóstico dos componentes: el primero, la valoración del índice de masa corporal ajustado por etnia. El segundo, la determinación de la presencia y gravedad de sus complicaciones. De esta forma, el diagnóstico no solo dependerá del índice de masa corporal, sino también del impacto de la obesidad en la salud general del individuo.

La American Obesity Society define a la obesidad como una enfermedad crónica de etiología múltiple reconocida a lo largo de la vida, que resulta del balance energético positivo, que genera el desarrollo excesivo de adiposidad que con el tiempo conduce a anomalías estructurales, trastornos fisiológicos y discapacidades funcionales. La obesidad aumenta el riesgo de desarrollar otras enfermedades crónicas y está asociada con mortalidad prematura. Al igual que otras enfermedades crónicas, posee múltiples fenotipos, presentaciones clínicas y respuestas al tratamiento.

Si bien la obesidad se incorporó como enfermedad en 1950 según la Clasificación Internacional de Enfermedades (código E66 de la CIE-10), no fue abordada como tal y en la actualidad se ha transformado en una pandemia a nivel mundial. En 1997 la OMS  publica su Consulta técnica de Expertos sobre Obesidad, en la cual la reconoce como epidemia global: “La obesidad puede verse como uno de los grupos definidos de enfermedades no transmisibles que se observan tanto en países desarrollados como en desarrollo”. El aumento de su prevalencia alcanza cifras alarmantes en el mundo.

En el siglo XXI la comunidad científica orientada a su estudio y tratamiento declara a la obesidad como enfermedad y enfatiza la necesidad de una acción inmediata para su prevención y control. En Argentina la prevalencia de exceso de peso por autorreporte (sobrepeso/obesidad) en la 4° Edición de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) fue de 61,6%, comparativamente superior a la 3° Edición de la ENFR (57,9%). La tendencia se mantuvo en ascenso en relación con las anteriores. En el análisis antropométrico usando peso y talla medidas en el domicilio se obtuvo una prevalencia de exceso de peso (sobrepeso/obesidad) de 66,1%. El sobrepeso y la obesidad están asociados con un aumento de la morbimortalidad y crecientes costos de la salud en países de bajos recursos. Existe una amplia y fuerte evidencia que la pérdida de peso en personas con sobrepeso y obesidad reduce los factores de riesgo de enfermedad cardiovascular, como diabetes, hipertensión arterial y dislipidemia, entre otras.

En 2010 se estimó que el sobrepeso y la obesidad a nivel mundial causaron 3,4 millones de fallecimientos, 3,9% de años de vida perdidos y 3,8% de años de discapacidad (Disability Adjusted Life Years, DALY). Según la OMS, la enfermedad cardiovascular es la principal causa de fallecimiento en todo el mundo, con una tasa de 17,7 millones de decesos por año. La obesidad es un factor de riesgo independiente para enfermedad cardiovascular y mortalidad por todas las causas. Entre las comorbilidades de la obesidad destacamos enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes de tipo 2, enfermedad metabólica por hígado graso no alcohólico, dislipidemia, apnea obstructiva del sueño, enfermedad renal y enfermedades oncológicas. La mortalidad aumenta proporcionalmente al incremento del índice de masa corporal y el número de comorbilidades de la obesidad.

Según el estudio Framingham, 78% de los casos de hipertensión arterial en el hombre y 65% en la mujer son atribuidos a la obesidad. La relación entre obesidad y presión arterial es más estrecha en jóvenes; la obesidad confiere resistencia al tratamiento y favorece el desarrollo de daño de órgano, como la hipertrofia ventricular izquierda y la nefropatía. Un metanálisis de 5 estudios con más de 850.000 participantes revela que la obesidad aumenta 20% el riesgo de enfermedad cardiovascular. Estudios prospectivos describen una menor expectativa de vida en individuos con obesidad con una reducción de la mediana de sobrevida de 8 a 10 años en aquellos con obesidad mórbida (IMC: 40 a 50 kg/m2). Por cada aumento de 5 puntos en el índice de masa corporal, el riesgo relativo de mortalidad total aumenta 30%, en tanto que el riesgo de enfermedad cardiovascular se incrementa 40%. La obesidad aumenta el riesgo relativo de progresar a diabetes; en un metanálisis de 18 estudios de cohorte prospectivos que evaluó el riesgo relativo de desarrollar diabetes se observó que para personas con obesidad, en comparación con aquellas con peso normal, fue de 7,19 (IC 95%) y para el sobrepeso 2,99 (IC 95%). En individuos con diabetes de tipo 2 asociada a sobrepeso y obesidad se ha demostrado que la pérdida de peso mejora el control glicémico, por ello las guías de tratamiento de la diabetes incluyen el abordaje de la obesidad como uno de los pilares fundamentales y recomiendan incorporar a los pacientes en programas intensivos de cambios en el estilo de vida. Asimismo, la presencia de obesidad define la toma de decisión farmacológica en las personas con diabetes.

La American Society for Metabolic and Bariatric Surgery (ASMBS) declaró su posición en el año 2019, considerando necesario “un esfuerzo amplio de educación sobre la obesidad como enfermedad, sus causas, impacto y enfoques de tratamiento es un primer paso importante”. Y debería incluir el reconocimiento y la educación sobre la obesidad como enfermedad crónica, aumentar la sensibilidad de la comunidad para generar conciencia de la obesidad como enfermedad y reducir el impacto del sesgo de peso. Mejorar el conocimiento por parte de pacientes y proveedores de salud de los recursos disponibles para el manejo de la obesidad, así como instalaciones adecuadas para su cuidado. Es importante la educación de la comunicad para mejorar la comprensión pública de la obesidad como enfermedad crónica y los riesgos del estigma sobre la misma. La comunidad científica considera la obesidad una enfermedad, por lo que su reconocimiento representa una demanda sanitaria.

Fuente: https://espanol.medscape.com (02-03-22)