Alimentación del paleolítico: ¿Qué es?

Las Dietas del Origen excluyen los productos agrícolas y ganaderos porque creen que el ser humano aún no ha desarrollado las adaptaciones genéticas necesarias

paleoliticoEl tipo de alimentación que proponen las llamadas “Dietas del Origen” se centra en comer lo que se comía en la Edad de Piedra. Sus defensores aducen que nuestros cuerpos están diseñados para aquella época. La justificación que exponen quienes respaldan estas propuestas es que en los 10.000 años que han transcurrido desde la invención de la agricultura, la selección natural no ha tenido casi tiempo para producir las adaptaciones genéticas óptimas a partir del cambio que se produjo en la dieta humana.

Los detractores de la Dieta Paleolítica, de la Edad de Piedra, la de los Hombres de las Cavernas o la Dieta de los Cazadores-Recolectores creen que no son comparables los hábitos de los humanos de entonces con los de hoy y que tampoco se pueden establecer paralelismos entre la esperanza de vida actual y la de aquella era, ni entre la mortalidad por diversas enfermedades.

La premisa que marca las directrices de estas dietas es la misma: volver a nuestros orígenes y comer las plantas silvestres y las carnes y pescados, alimentos que habitualmente se consumían durante el paleolítico. Un periodo de tiempo que duró aproximadamente 2,5 millones de años y que terminó hace unos 10.000 años con el desarrollo de la agricultura.

Propuesta dietética

El primero en popularizar la “Paleodieta” fue el gastroenterólogo Walter L. Voegtlin, tras el cual, diversos investigadores de las más prestigiosas universidades y centros de investigación han seguido aportando razones científicas que defienden esta propuesta dietética. Según sus teorías, “una alimentación basada en carne, pescado, verduras, frutas y frutos secos, previene las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, además de tener un efecto beneficioso sobre la obesidad, problemas digestivos, problemas óseos, entre otros”.

La dieta paleolítica no contempla alimentos como la sal, el azúcar o los aceites refinados

Los cereales y las legumbres (como productos agrícolas), los productos lácteos, la sal, el azúcar y los aceites refinados están completamente excluidos de este diseño dietético. El Neolítico trajo consigo un cambio profundo de los hábitos alimentarios que nos ha llevado, miles de años después, a desarrollar enfermedades causantes de muerte y que empeoran la calidad de nuestras vidas.

Según S. Boyd Eaton de la Emory University, “la nutrición paleolítica tiene sus raíces en la biología y la medicina evolucionistas, que muestran como incompatibles la forma de vida que llevamos en esta Era Espacial con nuestros genes de la edad de piedra”. La medicina evolucionista considera que muchas de las enfermedades que nos afligen son consecuencia de la incompatibilidad entre el diseño evolutivo de nuestro organismo, que se ha ido moldeando a lo largo de millones de años y las condiciones a las que hoy lo sometemos.

Paleo-nutrición

Según los autores, los cambios más sustanciales entre la llamada Dieta Paleolítica y el tipo de alimentación actual han afectado de manera sustancial a determinadas características nutricionales, como la carga glicémica, la composición de ácidos grasos, la composición de macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas y grasas), la densidad de micronutrientes (vitaminas, sales minerales y fibra), el contenido en fibra, la relación sodio-potasio y el equilibrio ácido-base balance. Todos estos cambios influyen en cierta medida en el desarrollo de muchas de las enfermedades actuales.

De acuerdo con Loren Cordain, profesor en el Department of Health and Exercise Science, Colorado State University, “existen características nutricionales básicas en las formas de alimentación ancestrales que todavía están vivas en sociedades de cazadores recolectores actuales, como los esquimales de Groenlandia, Canadá, Alaska y una zona de Liberia, que no sufren las enfermedades que aquejan al mundo occidental”.

Calidad Nutricional

La Dieta Paleolítica está basada en las proteínas, que aportan entre el 19 y el 35% del total de la energía diaria, frente al 15-18% de la dieta mediterránea. Los carbohidratos también están restringidos a un 22-40% de la energía diaria en comparación con la dieta mediterránea (50-55%), lo que ayudaría, según sus autores, a prevenir de una forma más efectiva la obesidad, la diabetes tipo 2 y disminuiría el riesgo de enfermedad cardiovascular.

El perfil de ácidos grasos muestra un nivel alto de grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, relegando las saturadas a un 10-15% del total de la energía diaria. El cociente entre omega 6 y omega 3 también es bajo y, además, no existen las grasas trans añadidas, con lo que todo apunta a una alimentación cardiosaludable. La densidad de vitaminas, minerales y fibra de los vegetales y frutas silvestres; las proteínas de calidad y el mejor perfil graso de las carnes procedentes de animales que comen pastos y de pescados que viven en estado salvaje harían que esta dieta fuera de más calidad nutricional que la que se sigue en los países industrializados, rica en cereales refinados, lácteos y carnes de animales cebados en granjas.

La sal y los aditivos brillan por su ausencia, por lo que la ingesta de sodio es mucho menor. Debido a que los vegetales y las frutas son ricas en potasio, la cantidad diaria aportada de este mineral es casi tres veces mayor que la de una dieta típica occidental, lo que revierte en una mejora y prevención de la hipertensión arterial, y por ende, de trastornos vasculares.

Fuente: Eroski Consumer (http://www.consumer.es)

 

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